El PRIMER ENCUENTRO / CAPÍTULO 10 DE CACAIMA

Pintura: Araceli Santana

EL PRIMER ENCUENTRO

Es el medio día (Radiante), el sol en su máxima altura presencia el avance decidido de la tropa acorazada, los hombres que acompañan a Cacaima toman sus posiciones, los hombres blancos presienten lo eminente, y desenfundan sus armas, en contados pasos estarán de frente los dos bandos, todos listos a bañar el suelo con sangre…

Con el vuelo de las primeras flechas se escuchan los gritos de ambos lados, un grito de guerra salvaje y ordenes de los soldados blancos. ¡CUBRANSE!, A LAS ARMAS… ¡LOS CAÑONES!

Cacaima aguarda tras la barricada a que se agoten sus últimas flechas, suenan truenos por todos lados y emerge en medio del campo una gran nube de humo, los perros atacan sin piedad a los primeros guerreros indios, y otros caen; de lado y lado hay heridos, el capitán se abre paso con su espada mientras lo cubren sus subalternos a tiros, sus armaduras son infalibles los arqueros se sienten impotentes, las fuerzas saltan al ataque cuerpo a cuerpo.

Cacaima con su bastón también se abre paso quebrando cráneos y huesos por donde avanza, el sonido de los hierros se apodero de la selva, los lamentos y jadeos, los gritos de fieras indomables infunden tanto miedo en sus enemigos que comienzan a desplegarse y retroceder para retomar el ataque con las armas cargadas de fuego. Se acerca la contingencia indígena al enterarse del aguerrido encuentro…

Cacaima observa al capitán en la distancia y se dirige hacia él con su cuerpo cubierto de sangre… se abalanza sobre y le arranca el casco, comienza a despedazar la armadura con una fuerza salvaje, lo toma del cuello para estrangular su sangre y respiración, mientras le observa con furia directamente a los ojos. Existe un miedo escondido en lo profundo de esas pupilas, Cacaima lo observa bailando alrededor de sus pupilas dilatadas, ve el fuego que le consume en su interior, ve su ira reflejada en esos ojos claros, se ve a sí mismo dentro de su enemigo atrapado por el odio.

Cacaima al verse en ese espejo con su rostro ensangrentado y su espíritu colérico buscando apretar las venas hasta que la vida se le vaya de las manos…

Habría detenido su respiración, los dos estaban muriendo… En un impulso casi irracional, decidió soltar y hacerse a un lado para dejar que su espalda sintiera la caricia fresca de la tierra y mirar al cielo para por fin respirar un poco de ese azul eterno, ese azul que estaba allí resplandeciente para todos, presenciando ese encuentro con mirada pasiva.

Los dos agotados tuvieron la misma visión… uno al lado del otro, vencidos por la fatiga de la lucha. Los cadáveres alrededor aún tenían el calor de la lucha, la sangre corría buscando abandonar toda humanidad, en el suelo yacían los dos valientes osados, que se abrían disputado la vida solo por verse los rostros. Pronto se acrecentó un ruido sordo de gritos de guerra. Se acercaban la resistencia roja de la selva.

El capitán respiró hondo y tomó un largo y ahogado pedazo de aliento, se incorporó y sin mirar atrás se alejó dando tumbos por la espesa selva, frente a la mirada de Cacaima quien se entregaba por completo a la reflexión.

 

 

 

 

 

 

Por H.Martín 

Escritor, guionista y poeta conceptual bogotano, cofundador de la organización ECONCIENTES, enfocada a a creación y fomento del arte con valores ecológicos y preservación del medio ambiente desde el área de literatura. Actualmente columnista de la revista Cultural Tras La Huella y miembro activo de RAL (Rutas de arte Latinoamericano).
Ilustración: Araceli Santana

Pintora mexicana nacida en Guadalajara, desde muy joven mostró inclinación al diseño, dibujo y pintura, en la que encontró un sin fin de mezclas y posibilidades.

En su arte, podemos sentir la expresión del silencio, la inocencia, la presencia, el dolor y el desafío que representa el reflejo propio.

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