CUENTO DE CACAIMA / CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6
EL HOMBRE DE HIERRO

Avanzaban los días de lluvia, el invierno traía una leve calma en las actividades habituales de la comunidad, todos hacían fuego en sus casas y aporcaban sus sembradíos cercanos, cultivaban el sagrado maíz, elaboraban todo tipo de utensilios de barro, madera y oro, todo pasaba naturalmente y la vida prosperaba afianzado sus raíces a la montaña.

Una tarde de grises cielos se vio a lo lejos a dos hombres acercándose por el camino del norte, venían de regreso, eran los valientes exploradores que tiempo antes habían aventurado sus pasos a los confines del valle del río Yuma, dirección que les encomendaron los abuelos para buscar conocimientos y semillas. La sorpresa movilizo a todos en la comunidad, de los cuatro hombres que se esperaban solo retornaron dos, maltrechos y heridos, casi moribundos como si hubiesen emergido del infierno. 

Todos los jóvenes de la aldea corrieron a auxiliarlos; Cacaima al ver sus profundas heridas y toda la sangre que se escapaba de sus agotados cuerpos, se encendió de furia, sus puños se cerraron hasta quedar como una piedra, los hombres fueron envueltos en mantas y cargados en hombros hasta la casa grande para su curación; los abuelos estaban bastante preocupados, temían el futuro más terrible. La curiosidad devoraba a cada habitante sin dejar entrar a su morada el miedo que asechaba por todos los rincones del territorio soberano y libre.

Al indagar sobre lo ocurrido a los heroicos sobrevivientes, tuvieron la aterradora noticia de lo que estaba sucediendo en los territorios sagrados del valle. Así hablo uno de ellos:

– Vienen avanzando desde el gran cuenco de agua donde se apaga el sol, vienen cuesta arriba por el gran Yuma, montan en grandes monstruos flotantes y traen un hambre enjaulada de siglos, devoran todo cuanto cae prisionero de su apetito. Los demonios que se alimentan de oro, viajan en bestias enormes de cuatro patas y dejan caminos de barro podrido, trillando todo el verdor del valle por donde pasan-

Quedaba en la mente de quienes oían una y otra vez los relatos que traían los mensajeros, de lo que sucedía en medio de la avanzada de los hombres de hierro, hacia el  corazón de la selva, iba quedando dibujado el terrorífico panorama de cada barbarie cometida por estos extraños seres, las noticias no eran alentadoras, en la marcha van incinerando todas las aldeas que encuentran.

Es inevitable ir a la lucha, ahora se tiene la certeza, los pueblos que se han mostrado gentiles frente al forastero llegan más rápido al extermino. Si no los aniquila la asfixia del trabajo forzado, sus herramientas de fuego o los látigos de acero, los aflige la peste que viene con ellos, una enfermedad silenciosa e invisible que se esparce como la hierba por los campos…

El espíritu de la selva tiene un corazón de naturaleza vulnerable y frágil, que tan solo de adivinar todas las atrocidades que se avecinan le hace temblar y se entumece de espanto.

Cacaima prepara a los hombres para el entrenamiento, la cantidad de voluntarios es precaria, pero se enlistan hasta los ancianos, su sangre hierve y sus venas se ensanchan, su mente es prisionera de una violenta ira, siente que es capaz de quebrar el cielo con su lanza…

Los abuelos al ver a Cacaima transformado por el delirio y la cólera, decidieron reunir al consejo para discutir las condiciones de la batalla, pero en el fondo lo hacían para contener la rabia de Cacaima y evitar que todas esas vidas marcharan ciegas a una muerte segura, y así poder asegurar la permanencia de su cultura sobre la faz de la tierra.

Frente a la casa grande se formaban filas de valientes guerreros, cada quien empuñando sus antiguas herramientas de cultivo, (palos, piedras, lanzas, arcos y flechas de casería), un ejército totalmente vulnerable pero valiente. Cacaima en el frente no puede ver con claridad aun la situación, se están preparando para una guerra sin calcular la verdadera fuerza de su enemigo.

Todo está en riesgo de perecer, pero la dignidad de Cacaima es aguerrida y su determinación es la mejor arma que tiene la raza Jaguar.

Continuara…

Por H.Martín 

Escritor, guionista y poeta conceptual bogotano, cofundador de la organización ECONCIENTES, enfocada a a creación y fomento del arte con valores ecológicos y preservación del medio ambiente desde el área de literatura. Actualmente columnista de la revista Cultural Tras La Huella y miembro activo de RAL (Rutas de arte Latinoamericano).
Ilustración: Martin Bacatá

Artista bogotano,
diseñador,
ilustrador y bioconstructor.

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