"El capitán se levantó con dificultad, busco con la mirada a Cacaima, que se encontraba a unos cuantos metros herido. Saco la lanza del pecho de su caballo, mientras su contrincante natural se incorporaba, todo a su alrededor ardía, y en el suelo brillaba la sangre derramada, poco a poco se acercó el capitán arrastrando su paso, Cacaima empuñaba un cuchillo con el único brazo que le quedaba, el odio del hombre blanco le mantenía ciego, cacaima le habría arrebatado la posible gloria en estas tierras lejanas."
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"Luego de permanecer junto a su madre como si aún descansara en su vientre, Cacaima despertó cuando el sol estaba en su cenit, toda la aldea estaba revuelta, se alistaba el ejército de valientes que se quedarían a enfrentarse con las fuerzas devastadoras de las hordas plateadas, también se comenzaba a vaciar los hogares y la casa grande. Los abuelos conjuraban sus oraciones, y ofrecían al fuego todo tipo de pagamento."
"Siendo una niña muy extrovertida, pasó su infancia con su padre y la pareja de este, a quien llamaba «abuela». Vivió con ellos y su hermana menor hasta los 15 años, alrededor de 1960. Recuerda vívidamente en aquel tiempo, el fuerte terremoto y posterior tsunami que azotaron la región, haciendo desaparecer en su paso el pequeño poblado de Quenuir..."
“Por los archivos que sostienen la memoria, por las abuelas y las casas en donde fuimos familia, en donde sentimos primero”. Estas son las primeras palabras escritas a mano que leo al abrir Cariátide, fotolibro creado por Laura Flores Moraga.