La legislación de la Madre Tierra, un llamado a la Legislación de la Mujer originaria

Hace aproximadamente una década se inició la réplica de un concepto, o podríamos decir de un llamado, que en el pasar de los años ha venido tomando fuerza, y que, al día de hoy, más allá de una idea con fundamentos trascendentales, es una necesidad relevante para la pervivencia de la raza humana y todas las especies que habitamos el planeta tierra. Con esto, hago referencia a lo que se conoce como La Legislación o proclamación de los derechos de la madre tierra, un decreto que hacia el año 2010 fue aprobado en la paz Bolivia como acto consecuente a las alteraciones climáticas en el encuentro denominado: “Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra” con la participación de delegados de 100 países y alrededor de 35.000 personas.

En esta conferencia fue determinado como carácter esencial el siguiente acuerdo aprobado de manera unánime:

¨” Los derechos inherentes de la Madre Tierra son inalienables en tanto derivan de la misma fuente de existencia. … Los derechos de cada ser están limitados por los derechos de otros seres, y cualquier conflicto entre sus derechos debe resolverse de manera que mantenga la integridad, equilibrio y salud de la Madre Tierra.”

Este es un acuerdo basado en la visión que abarca una amplia concepción de la tierra como un órgano vivo, que posee un cuerpo propio y que en su figura maternal alimenta, sostiene y recrea la vida constantemente, particularmente, una visión que desde tiempos milenarios ha sido fundamento cosmogónico de los pueblos originarios y que en el presente se ha compenetrado en la conciencia colectiva, llevando el mensaje de un planeta madre que nos sostiene a todos sin distinción de razas, credos o acervos culturales.

Por lo tanto, pensar en los derechos de este planeta que habitamos, trasciende la cosmogonía o la concepción espiritual, y pasa a ser una necesidad prioritaria en tiempos donde se aqueja una gran crisis ambiental, climática y social, que se deriva del uso inconsciente y la sobreexplotación de los recursos naturales, un uso incoherente que pintado de codicia, avaricia, egoísmo y sometimiento, ha venido degradando no solo al planeta, sino con él, a la humanidad en general, ya que aleja las expectativas de una pervivencia digna y en bienestar.

En conclusión, todo el fundamento de este acuerdo está basado en el despertar de la consciencia humana frente a la manera en que establecemos nuestras relaciones con el entorno, particularmente con la tierra, y, por ende, el compromiso orgánico de velar en lo posible, por no seguir deteriorando y propiciando las rutas de extinción a distintas especies de la naturaleza que propician la vida y que conservan el equilibrio del planeta.

Lo cierto es, que si bien, estos derechos, al igual que los derechos humanos, no son cumplidos y respetados a cabalidad, cada año se encuentra un crecimiento poblacional de seres que encuentran un motivo de lucha y resistencia en esta legislación.

Y entonces, ¿En qué influye la legislación de la Madre Tierra con la legislación de la mujer originaria?

Primero partiré por reconocer de manera concisa que todas las personas independientemente de nuestro origen y raíz cultural, provenimos de la misma fuente natural y por ende la cohabitamos, y que en esa medida todos somos gente originaria, del gran planeta madre, de la naturaleza.

Luego de pensar y comprender que somos gente originaria, pensamos entonces en la mujer, de donde brota la vida y cuyo principio de existencia es dar a luz, no solamente hijos físicos, sino, además, ideas, proyectos, alimentos, palabra, amor, calidez y fortaleza, entre otras múltiples características de la energía femenina, que de manera elocuente nos asemejan al comportamiento y características de existencia de la tierra.

En esa medida, se reconoce a la mujer como símbolo inherente de la naturaleza, dadora de vida y sustentadora de la fertilidad a todo nivel, en la existencia colectiva.

Así pues, entendiendo este principio esencial, es de comprender a su vez, que el reconocimiento de los derechos del planeta que nos sostiene es tan importante como el restablecimiento de los derechos de la mujer, que de igual manera se ha visto vulnerada en su integridad, violentada, abusada, sobreexplotada y marginada en una sociedad desequilibradamente patriarcal.

Por supuesto, comprendo que este no es este un tema nuevo, que venimos de años de manifestaciones y revoluciones femeninas con causa, y que aun así continuamos en desequilibro y en la continua búsqueda de una sociedad más equitativa, una búsqueda que ya se traza como un plan de vida colectivo y que permanecerá en el tiempo.

Con todo esto, en conclusión, quiero hacer un llamado a la coherencia de los actos que declaramos comprometidamente en nuestras sociedades, y que para estos tiempos exige de manera ardua, sean cumplidos, o por lo menos se transite hacia la materialización de estos.

Debo decir que lo que me impulsa ciertamente a escribir un breve artículo sobre este tema, donde comparto mi punto de vista y mi opinión, es la realidad que contemplo al escuchar a cientos de hombres profesar la legislación de la madre en encuentros donde entre 100, la presencia femenina no llega siquiera, al 10%, y donde se sigue contemplando la realidad de una mujer que aguarda en su fogón, en la crianza de sus hijos, en el lavar de las ropas… y un hombre que camina la ruta representativa de la sabiduría. Aclaro con esto, que no es este un texto que denuncie la masculinidad o que se aqueje de esta situación, por el contrario, es más bien una reflexión sincera que invita a construir más espacios de inclusión donde sea reconocido el lugar de la mujer, que desde siempre se ha encargado de crear y criar vidas, y que, gracias a esta ardua labor, la vida permanece, permanecen los pueblos y sus características culturales primordiales.

De esta manera, invito a través de estas palabras al querido lector a compartir este pensamiento que hace hincapié en un llamado extensivo, que desde muchas fuentes hace eco, que nos llama  a no abusar de los recursos no solo de la tierra, sino de los seres que la habitamos, y que somos parte integral de ella misma, un llamado a valorar el lugar de la mujer desde nuestra propia naturaleza, al hombre, a los niños, a los ancianos y a toda forma de vida humana y no humana que desempeña un papel único e indispensable para el funcionamiento de la existencia.

Es una utopía tal vez, pero grato es saber que transitamos hacia aquellas utopías que nos cultivan pensamientos inteligentes, y que invitan a ser más consecuentes de nuestras palabras a la acción y de la acción a la visión y al ensueño que vislumbra un mejor mañana.

Con determinación hoy declaro a voz propia, que si luchamos por los derechos de vida, nos incluyen a todos, y que en definitiva, si la mujer no ocupa el lugar que le corresponde en equilibrio a la masculinidad, la legislación de la madre tierra es muy lejana, y se podría decir, inalcanzable.

Autora : Xochi Bucuru Botache 

Médico tradicional, gestora cultural y comunicadora a través de medios visuales y escritos.
Es proveniente de familia materna indígena, su raíz indio mestiza le ha llevado a cultivar por herencia la medicina tradicional la cual combina con el arte y la espiritualidad, lo que le proporciona un contacto más humano e íntegro con la salud. Desde su juventud la creación narrativa, la composición de cantos medicina y letras sencillas han decorado su vida y le han proporcionado una cercanía a la óptica y la sensibilidad artística.

Fotografía : Mariela Alvarez 

Cómo respondemos a los desafíos de la emergencia climática desde el encuentro y

reconocimiento de la interculturalidad?

Melisa Cáceres

Deja una respuesta