Pintura : Oscar Basulto

CAPÍTULO DUODÉCIMO

EL REENCUENTRO

 

Ahora en la mente de Cacaima estaba la preocupación por su familia,  Ariona en el antiguo bohío esperando su regreso, sin saber el peligro que crece en las lindes de su amado territorio. En la media noche preparo el sueño para volver a reunirse con su madre… en su viaje astral llegó a su viejo caserío, el lugar se encontraba totalmente calcinado, todo estaba hecho cenizas. Cacaima cayó de rodillas al suelo, empuñando la tierra con desesperada rabia. Era demasiado tarde, la muerte blanca habría pasado por allí, dejando todo en la miseria y en su   corazón   una tumba abierta, que llenaría esa noche con sus lágrimas.

Luego de permanecer largo rato en el suelo llorando de pena e impotencia, levantó su espíritu y tomo con sus débiles manos un ramo de valentía de los jardines puros del recuerdo, ese recuerdo amoroso que tenia de su madre y  de su pueblo, se levantó, miro cuidadosamente todo a su alrededor, entono un canto antiguo de duelo, que habría aprendido en aquel lugar de sus abuelos primeros.

Emprendió el largo retorno a la casa jaguar, a través del rio Talauta, tomando la ruta subterránea que le habría enseñado el primer sueño. Allí en las fauces de la tierra, mientras se desplazaba taciturno, en su pensamiento abrazaba el lejano recuerdo de su abnegada progenitora, con tal devoción que pareciese que se oía su voz… El eco del canto de Ariona goteaba por las paredes de la caverna. Su risa de manantial refrescaba la frente de Cacaima, mientras atravesaba aquel oscuro infierno de melancolía.

Poco a poco comenzó a entrar la luz, ya se acercaba a la salida, hogar de la serpiente blanca. Por aquel umbral se filtraba el ruido de la superficie, era una algarabía alegre de niños jugando y un canto celestial de alabanzas, que sonaba al tedeum salvaje de las aves al despertar el alba, todo aquello entusiasmó el corazón de Cacaima, quien se precipito a la salida de la caverna para que en el espejo de sus ojos apareciera su antiguo pueblo y en el centro su madre cantando y peinando su gran cabellera junto al agua azul, que se tornaba dorada por el sol en su reflejo. Inmediatamente despertó para salir corriendo a ver a su valiente Ariona, que llegaba con su pueblo a las puertas del territorio jaguar.

El reencuentro con su madre y su pueblo fue el mayor tesoro que pudiese haber encontrado en su vida, toda tristeza se borró de la tierra, toda lagrima broto con alegría, volvió la fiesta a la aldea, todas las almas bailaban embriagadas de gozo y no había lugar donde no se viera una sonrisa.

Pareciese que el horror que arribó a las costas y avanzaba por todas las direcciones, como veneno corriendo por las venas, hubiese desaparecido en esa mañana. Pero la realidad era otra, las tropas enemigas ya merodeaban la aldea, y se preparaban para dar un golpe siniestro. Cacaima lo leía en el aire, y se lo contaban los animalitos que huían hacia las montañas, así que, en medio del festejo se acercó a uno de los mensajeros y lo envió al encuentro del jefe de las huestes enemigas un tal, jerónimo Hurtado de Mendoza, con quien ya se había medido en combate, capitán de las tropas enemigas y sobrino del cruel y ambicioso comandante Quesada, con la misión que le comunicara su voluntad de tregua, muy reservado en sus intenciones, porque  no ignoraba la audacia y la avaricia de su contrincante.

También comunico a todos los jefes sus planes, era hora de abandonar el territorio y alcanzar la cima de la montaña blanca, se quedarían a pelear los más destacados guerreros Panches, para defender la posición y permitir que las familias se desplacen libremente hacia el inhóspito norte. Esa noche se puso en aviso a toda la aldea, con un murmullo tímido y precavido se fue planeando el éxodo.

Cacaima destino toda la madrugada desde la hora más oscura, hasta el alba pálida del valle, para compartir con su madre Ariona. Comieron, bebieron y permanecieron juntos hablando de las grandes hazañas con su familia jaguar, de sus encantos y desencantos, hasta que les abrazo un sueño cálido con el primer rayo de sol.

 

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Por H.Martín 

Escritor, guionista y poeta conceptual bogotano, cofundador de la organización ECONCIENTES, enfocada a a creación y fomento del arte con valores ecológicos y preservación del medio ambiente desde el área de literatura. Actualmente columnista de la revista Cultural Tras La Huella y miembro activo de RAL (Rutas de arte Latinoamericano).
Pintura: Oscar Basulto Ordóñez

Pintor, Escultor y Director de Rutas Plásticas A.C.Hijo del Ing. Gonzalo Basulto De Alba, pintor tapatío, y de Lilia Ordóñez De Basulto, de familia de tradición artística originaria de Monterrey, Nuevo León. Cursó la carrera de arquitectura hasta 5° sem. 1997, siendo la muerte de su padre un parte aguas, desde ese momento elige una búsqueda introspectiva, la cual se asienta en la pintura como una necesidad heredada. Autodidacta y con lazos estrechos en la mística del arte.

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